22 de abril de 2009

Antes de firmar dígame, ¿es usted feliz?

Las pruebas de inteligencia emocional son, desde hace algunos años, una herramienta utilizada en muchas empresas y dependencias de gobierno para perfilar y conocer a los candidatos a obtener alguna plaza laboral. Estas pruebas varían en su complejidad y permiten al examinador darse una idea de quién es la persona examinada.

Hace muy poco tiempo tuve la oportunidad de observar los resultados de una persona sometida a una prueba de inteligencia emocional. Primero quedé un tanto asombrado, muchos de los elementos calificados en la prueba eran acertados en mayor o menor medida (al menos eso me pareció de acuerdo con lo que conozco a la persona), hubo, sin embargo, algunos otros en los que la prueba me parecía que no reflejaba la realidad. “Dicen que es como una fotografía” -me decía la persona examinada- no refleja quien fui antes de la prueba o quien seré, sólo quien era en el momento del examen”. Varias dudas me surgieron al ver los resultados. Más que una fotografía me parecía un cuadro impresionista, en donde la imagen no es del todo nítida y se permite jugar con los límites; asumiendo eso no me pareció del todo descabellado el test. Sin embargo, al parecer, la variación en una sola unidad (bajo una escala de 150 cincuenta puntos posibles) es suficiente para determinar “áreas de oportunidad” (que es la forma positiva de decir defectos) en las personas, esto me pareció exagerado pues, si se acepta que la prueba no puede ser determinante del carácter, entonces promover recomendaciones basándose en una mínima variación puede ser una pérdida de tiempo pues, de algún modo, podría ser que realmente esa característica en específico sea realmente más desarrollada y, por tanto, estaríamos gastando esfuerzos en mejorar algo en lo que ya somos buenos.

Con todo eso en la cabeza me quedé pensando en los límites de dichas pruebas y me parece que tienen una serie de “áreas de oportunidad” (o defectos) intrínsecos y que muchos de los que las realizan parecen aceptar:
1. Procuran cuantificar lo incuantificable.
2. Separan al ser humano en partes suponiendo la independencia de las mismas; esto promueve un mejoramiento aislado de “partes” del carácter y no un mejoramiento integral.
3. El suponer que eres mejor o peor que el promedio (que es la única manera que la prueba puede hablar de “normalidad” en las capacidades de los individuos) no implica que seas suficientemente bueno supuestas tus necesidades. Es quizá más importante que un director sea empático a que lo sea un mensajero, así como será más importante que el mensajero sea un tipo poco explosivo a diferencia del director (que se espera que pueda tener reacciones violentas ante la adversidad).
4. Al contabilizar adquieren un carácter de “científico”, lo que le da mayor validación ante algunas personas aun cuando se acepte que lo evaluado no sea, forzosamente, real.

Teniendo en mente éstas (y probablemente otras debilidades que este tipo de pruebas puedan tener), me parece consecuente preguntarnos sobre la validez que una prueba de estas pueda servir como filtro para la contratación de un individuo. De entrada parece ser una buena herramienta, aunque la realidad es que podría darnos información falsa pues el candidato pudo haber tenido una muy mala semana, por ejemplo: uno de los apartados procuraba medir la felicidad, si el candidato terminó con su novia, sufrió el deceso de su abuela, se le ponchó una llanta camino a la entrevista y no se tomó su café matutino, seguramente saldrá como una persona infeliz, aun cuando, dependiendo de la persona de la que se trate, pueda, quizá al mes, ser una persona “feliz”.

De igual modo esta prueba busca “desenterrar” aquello que el candidato no quiera decir en su entrevista, ante esto pregunto: ¿no tiene derecho a no confesar algunas cosas? Por supuesto el empleador debe saber si el candidato tiene antecedentes penales, pero no estoy del todo seguro que tenga derecho a saber si, según un test de inteligencia emocional, sea feliz o tenga buena autoestima. Aun suponiendo que el examen fuera infalible diríamos que: ¿una persona infeliz y con baja autoestima no tiene derecho a conseguir un trabajo en donde pueda procurar mejorar su condición sin ningún tipo de prejuicio por parte de su empleador?, ¿una persona con baja autoestima está determinada a trabajar siempre de mal modo, siendo ineficiente? Alguien puede ser acomplejado y un excelente empleado y, aun cuando no fuera así, ¿debería tener una empresa derecho a preguntarme algo así como condición a darme trabajo?

Pienso que las personas tienen derecho a la privacidad. Así como Orwell critica la idea del Gran Hermano como una expresión estatal, la idea de una empresa que “todo” lo vea, o al menos eso busque, parece que implica una invasión a la privacidad.

16 de abril de 2009

Los gordos pagan doble


En una nota publicada por el diario El Universal se dio a conocer una nueva medida de United Airlines que, suponiendo que las personas que padecen sobrepeso ocupan más espacio, deben pagar el doble cuando el avión esté lleno. La idea es que, si el vuelo no tiene asientos de sobra para que la tripulación pueda hacer un reacomodo de los pasajeros, aquel que padezca obesidad tendrá que pagar por dos boletos para asegurar la comodidad de todos los pasajeros (incluida la suya por supuesto).

Es bien cierto, y casi por todos aceptado, que las empresas son libres de llevar a cabo su negocio de la manera en que encuentre apropiada. Es socialmente mejor contar con un negocio exitoso que con uno que, por no ofrecer todos los servicios que sea capaz, encuentre dificultades. Es decir, es mejor una aerolínea con mayor cantidad de vuelos, porque tiene una alta demanda de servicios, que una que apenas pueda encontrar a quien transportar; la aerolínea que sea buen negocio generara mayor bienestar social pues ofertará mayores empleos, contribuirá de mejor manera con el fisco y será un campo fértil para inversionistas entre muchas otras cosas. A nadie le molestó cuando American Airlines decidió, en 1987, retirar una aceituna de cada ensalada servida en primera clase logrando un ahorro de 40, 000 dólares. Sin embargo, ¿retirar una aceituna es lo mismo que cobrar doble a los obesos?

La libertad de maniobra de una empresa debe estar limitada por ciertos elementos, la ley es uno de ellos. Suponiendo que la discriminación es un acto, no sólo ilegítimo, sino ilegal, sería necesario pensar si la medida de United es, de hecho, discriminatoria. Dado que el derecho en Estados Unidos está firmemente enmarcado en el concepto de jurisprudencia podríamos pensar que, al menos desde un marco legal, no es discriminación. Como bien se señala en la nota compañías como US Airways, Continental o Southwest han implementado este tipo de medidas antes; dado que nunca ha habido una prohibición al respecto, podemos pensar que están permitidas este tipo de acciones.

La decisión de penalizar a los obesos, por parte de United, es la respuesta a más de 700 quejas, hechas en el año 2008 (es decir que son cerca de 2 quejas diarias), de pasajeros protestaban por tener que compartir su espacio con personas voluminosas. Setecientos usuarios que podrían acercarse a otra línea aérea que garantice su comodidad. De fondo, transportar obesos, a menos de que sobre el espacio, es mal negocio.

Hay algo que no entiendo de la medida. Supongamos que sufro de obesidad pero compro mi boleto en línea, sin hacer comentario alguno sobre mis dimensiones, llego al avión y, al ver que no hay espacio suficiente, me dicen que tengo que comprar un lugar adicional; pero, si el avión va lleno, ¿cómo pretenden que compre un lugar adicional? Entonces, ¿tendría alguna otra opción distinta a retrasar mi vuelo?

De fondo, suponiendo la obesidad como una enfermedad (para incomodar a alguien con mi sobre peso tendía que ser obesidad mordida, lo que es una enfermedad), ¿no sería un acto discriminatorio por parte de la aerolínea el negarme el uso de mi asiento? De fondo la aerolínea no me están vendiendo un asiento, me está vendiendo un pasaje y nada más.

Por lo que he visto, y tengo entendido, hay un cierto cupo, pensado con anterioridad, para personas con otras discapacidades. Siempre habrá lugar para alguien en silla de ruedas y, si no es así, al menos se buscará proteger su derecho de vuelo. Por ejemplo, las normativas europeas suponen que las líneas aéreas no tienen derecho a discriminar a un pasajero a causa de una discapacidad, excepto por razones de seguridad tales como que el avión sea demasiado pequeño o que no tengan las instalaciones adecuadas (lo cual no es el caso con la obesidad); en caso de que la línea no pueda proporcionar el lugar adecuado deberá facilitar a la persona la posibilidad de tomar otro vuelo o devolverle el importe (por supuesto no cobrarle el doble).

Me doy cuenta de que dicha normas son europeas, United, por su parte, es americana. Sin embargo, si existen personas cuidadosas respecto a la discriminación tienden a ser nuestros vecinos. La pregunta parece ser entonces: ¿El legítimo rechazar la discriminación a discapacitados sólo en los casos que encontramos convenientes?

14 de abril de 2009

Texican Whopper, ¿deliciosamente dolorosa?




La cadena de comida rápida Burger King ha tenido otra aventura publicitaria sumamente criticada. No hace mucho tiempo realizó un documental en el que mostraba las bondades de su hamburguesa típica contra la de su mayor competidor, Mc Donalds (para ver documental click aquí). Esta campaña fue sumamente criticada pues, para muchos, era la muestra nefasta de la idea del norteamericano en la que se encasillaba y generaban estereotipos, poco favorecedores, de culturas y países distintos. Si bien no comparto del todo esta opinión, me parece que el síntoma causado habla más de los traumas de nuestro vecino y de todos los países afectados que de una voluntad de la empresa por dañar la imagen de alguien más. De fondo muestra a las personas, con sus vestimentas típicas, enfrentándose a un alimento desconocido. Es cierto que nos parece curiosa, hasta chistosa, la reacción de dichos individuos; sin embargo es más por una mala comprensión de sus costumbres que porque tengan algo de ridículo por sí mismas. El documental no me parece ridiculizante por sí, es necesario que el espectador encuentre lo gracioso en él, eso no parece ser culpa de BK.


Ahora el problema es con nosotros, contrario a lo que sucedió antes, en donde no se incluyeron mexicanos en el documental (pues somos buenos conocedores de comida chatarra a bajo precio), ahora se deja patente lo que ocurre cuando dos estereotipos se unen: “La nueva Texican Whopper”. Para aquellos poco observadores, el nombre responde a la unión de Texas y mexican: texican. Hasta este punto no hay problema, el conflicto es cuando se da a conocer el poster mostrado arriba.


Por supuesto la respuesta no se hizo esperar: el embajador de México en España, Jorge Zermeno, envió una carta a la dirección de Burger King pidiendo que se removiera la campaña pues denigraba a todos los mexicanos y, por supuesto, incluía a nuestra preciosa bandera, la cual no se puede utilizar de cualquier modo según dicta la constitución. Es decir, pueden ridiculizar a los mexicanos pero no a su bandera; es más, pueden discriminar, limitar oportunidades, robar, suponer nuestra inutilidad y Dios sabe que más, pero no toquen la bandera.
Por supuesto la bandera no es el único reclamo, de fondo está la idea de que esos norteamericanos han lacerado nuestra imagen y nos han ridiculizado una vez más. Habría que preguntarnos si jugar con los estereotipos es un modo cruel de vender, sobre todo si el estereotipo no está alejado de toda realidad. De alguna manera podría parecer que no. En el poster se deja ver al mexicano como un individuo pequeño (luchador por supuesto). ¿De dónde habrán sacado esta idea?... Un segundo, no hay un luchador mexicano triunfando en Estados Unidos, un tal Rey no se que tanto…

Viendo la imagen de este luchador se puede decir que, en verdad, es un luchador pequeño. El estereotipo parece no estar tan mal fundado y, de fondo, en ningún momento se dice que todos los mexicanos sean ese luchador, así como nadie podría pensar que todos los tejanos sean vaqueros (estoy consciente de que Bush Jr. es todo un vaquero por cierto).


Entiendo, a nadie nos gusta que nos señalen por la acción de unos pocos: no todos somos secuestradores, ladrones, flojos, traficantes y muchas otras cosas más poco halagadoras que se dice de los mexicanos, sin embargo hay mexicanos que sí lo son. De igual modo no todos los norteamericanos son vaqueros, ignorantes, altos y rubios. Habiendo tantos problemas en el mundo, me parece que divagar de más en un pseudo problema como este es un poco una pérdida de tiempo, aun cuando es entretenido hacerlo (por eso lo hago ahora).


Igual vale preguntarse si lo que nos duele es la burla o de quien viene. Encontré una caricatura, navegando anoche en mi casa, que parece discriminante en más de un sentido. No sólo es cultural, en el sentido en que parece dibujar al mexicano como alguien de poco aseo e incapaz de andar con otra cosa que no sea un huarache, sino que toma una situación difícil como lo ha sido la oleada de violencia en el norte del país y se burla de ella. Nadie se ofende, después de todo la hizo un mexicano.


Viendo el video de la campaña de Burger King (que está abajo), puedo decir que a mí si se me antojo comer la hamburguesa, ¿eso me convierte en malinchista y una persona que discrimina? Tal vez sólo tengo un mal sentido del humor y un gran gusto por la comida chatarra, quién sabe…


Lo que sí es que, si la constitución dice que no se use la bandera de jorongo, que no se use. De ahí a cualquier otra cosa, parece más un asunto de tolerancia (y tolerancia no significa aceptar todo, quizá la campaña sí es mala y sólo no tengo la capacidad de verlo) y sentido del humor.