La causa del despido, tal y como la establece la noticia, es que este hecho podría distraer al electorado de eventos más importantes dentro de la agenda local. Cabe decir que la toma de decisión no fue un acto unilateral, dentro del comité del condado la votación fue unánime para despedir a Scott Janke.
Este tipo de acciones traen a la mente de cualquier persona una serie de cuestionamientos sobre su legitimidad. Por un lado está la clásica postura “liberal de izquierda” (si es que esta dicotomía puede tener forma más allá de la idiosincrasia mexicana) que supondría como un acto injusto dicha destitución: su vida personal no tiene relación con su habilidad para desarrollarse en el campo laboral y, por tanto, es injusto el despido.
Por otro lado nos podríamos encontrar con una postura radicalmente conservadora que propusiera que dicho acto es una exigencia absoluta pues bajo ninguna circunstancia dicho hecho puede ser aceptado; desde esta postura no cabe hacer un análisis prudencial pues todo se rige por “universales”, los cuales tienden a ver sólo ellos como tales pues tienden a tratar sobre temas muy particulares.
Por último, y desde una postura un tanto más moderada, me parece que la decisión de prescindir de los servicios de Janke es debatible y, en último término, justificada. El hecho de que esté justificada se refiere propiamente a la descripción de puesto. El ser un servidor público, en este caso al menos, implica un cierto grado de representación de la voluntad general como elemento legitimador de su estancia en el cargo. Dicho de otro modo, los problemas que tuvo Clinton al final de su mandato, que fueron muchos y muy serios, fueron causados por un acto reprochable por parte del ejecutivo; acto que sus votantes consideraron como moralmente reprobable.
Dentro de cualquier organización se esperan ciertos estándares de comportamiento personal como parte del “perfil del puesto”. Nadie espera que el director general de una empresa dedicada a la inversión sea un ludópata. Del mismo modo, se espera que el director de una escuela primaria sea una persona que tenga un cierto aprecio por los niños. La rectitud moral de los empleados es un factor que genera confianza en el empleador, la idea de una doble moral (una para la vida profesional y otra para la personal) es profundamente equivocada. Si bien es cierto que cumplir con el rol de director general y el de padre o madre de familia genera expectativas de exigencia distintas, lo que hacemos en nuestra vida personal se refleja en nuestra vida laboral y viceversa.
El tema de fondo es, en el caso de Janke, si su matrimonio con una actriz porno es un acto profundamente inmoral, al punto que pudiera repercutir en su desempeño laboral, o no. Me parece que en ese caso en específico sí lo es. Independientemente de si él no es responsable por la acción de su esposa, que podría ser la defensa para Janke, el es, en efecto, responsable por casarse con una persona dedicada a dicha actividad.
El tema es, de todos modos, complejo y abierto a discusión. Sin embargo deja quizá una idea importante para reflexionar: ¿hasta qué punto se le puede exigir a un empleado (del nivel que sea) que procure llevar una vida moral apegada a los principios de la empresa fuera de la empresa?