23 de julio de 2009

Dime con quién andas y te diré... ¡estás despedido!


El periódico el Universal publica en la nota titulada “Despiden a funcionario por estar casado con estrella porno” la historia de Scott Janke quien, como se deja ver en el poco creativo título del artículo, perdió su trabajo por casarse con una actriz de la industria pornográfica. El alcalde del condado de Fort Myers decidió destituir al regidor pues, después de un año de matrimonio, se enteró de la unión entre su funcionario y una estrella de cine de mala reputación.
La causa del despido, tal y como la establece la noticia, es que este hecho podría distraer al electorado de eventos más importantes dentro de la agenda local. Cabe decir que la toma de decisión no fue un acto unilateral, dentro del comité del condado la votación fue unánime para despedir a Scott Janke.
Este tipo de acciones traen a la mente de cualquier persona una serie de cuestionamientos sobre su legitimidad. Por un lado está la clásica postura “liberal de izquierda” (si es que esta dicotomía puede tener forma más allá de la idiosincrasia mexicana) que supondría como un acto injusto dicha destitución: su vida personal no tiene relación con su habilidad para desarrollarse en el campo laboral y, por tanto, es injusto el despido.
Por otro lado nos podríamos encontrar con una postura radicalmente conservadora que propusiera que dicho acto es una exigencia absoluta pues bajo ninguna circunstancia dicho hecho puede ser aceptado; desde esta postura no cabe hacer un análisis prudencial pues todo se rige por “universales”, los cuales tienden a ver sólo ellos como tales pues tienden a tratar sobre temas muy particulares.
Por último, y desde una postura un tanto más moderada, me parece que la decisión de prescindir de los servicios de Janke es debatible y, en último término, justificada. El hecho de que esté justificada se refiere propiamente a la descripción de puesto. El ser un servidor público, en este caso al menos, implica un cierto grado de representación de la voluntad general como elemento legitimador de su estancia en el cargo. Dicho de otro modo, los problemas que tuvo Clinton al final de su mandato, que fueron muchos y muy serios, fueron causados por un acto reprochable por parte del ejecutivo; acto que sus votantes consideraron como moralmente reprobable.
Dentro de cualquier organización se esperan ciertos estándares de comportamiento personal como parte del “perfil del puesto”. Nadie espera que el director general de una empresa dedicada a la inversión sea un ludópata. Del mismo modo, se espera que el director de una escuela primaria sea una persona que tenga un cierto aprecio por los niños. La rectitud moral de los empleados es un factor que genera confianza en el empleador, la idea de una doble moral (una para la vida profesional y otra para la personal) es profundamente equivocada. Si bien es cierto que cumplir con el rol de director general y el de padre o madre de familia genera expectativas de exigencia distintas, lo que hacemos en nuestra vida personal se refleja en nuestra vida laboral y viceversa.
El tema de fondo es, en el caso de Janke, si su matrimonio con una actriz porno es un acto profundamente inmoral, al punto que pudiera repercutir en su desempeño laboral, o no. Me parece que en ese caso en específico sí lo es. Independientemente de si él no es responsable por la acción de su esposa, que podría ser la defensa para Janke, el es, en efecto, responsable por casarse con una persona dedicada a dicha actividad.
El tema es, de todos modos, complejo y abierto a discusión. Sin embargo deja quizá una idea importante para reflexionar: ¿hasta qué punto se le puede exigir a un empleado (del nivel que sea) que procure llevar una vida moral apegada a los principios de la empresa fuera de la empresa?

1 de julio de 2009

¿La niña más guapa es una niña?


Encuentro fascinante, y un poco hartante para ser sincero, ir los fines de semana a algún centro comercial al cine, en especial los viernes. La manada de pubertos corre por los pasillos intentando fingir una mayor edad; gritan, se ríen de modo escandaloso y fingen ser más interesantes de lo que son en realidad. Tengo que aceptar que, de igual, modo me molestan porque dudo de si yo era igual a mis 14 años. La idea de haberme comportado de ese modo algún día me irrita, aunque sé que así fue; es inevitable ser un torpe incapaz de decidir bien a los 14 años.

¿Quién podría decir que no se arrepiente de algunas de las decisiones “más importantes” (entrecomillado porque la realidad es que hay muy pocas realmente importantes a esa edad, que sean de nuestra responsabilidad) que tomó a sus 14 años? A esa edad somos incapaces de saber lo que es bueno para nosotros, por eso mismo son nuestros padres, o tutores, quienes se encargan de las decisiones importantes: a qué escuela asistimos, cuántas libertades tenemos, a qué tipo de ideas nos enfrentamos, etc. Es por esta misma razón que, si queremos trabajar, por ejemplo, cuando somos menores de edad, necesitamos que nuestros padres estén de acuerdo. Pero, ¿qué pasa cuando nuestros tutores toman una decisión éticamente cuestionable?

Hace poco tiempo la revista Quién dio a conocer la lista de Las 10 niñas más guapas de México. En esa lista las “competidoras” tienen, generalmente, entre 19 y 25 años; sin embargo, una de las principales exponentes, que podría ganar un premio por ser la más guapa de todas, es una niña (y no usando la palabra niña en el sentido fresa de: osea esa niña es la más guapa güey) de 14 años. Dos cosas me parecen de llamar la atención: 1) ¿qué hace una niña de 14 años compitiendo con jóvenes de 19-25?; y 2) ¿por qué la niña de 14 años salió en la portada de la revista en bikini si ninguna otra lo hizo (ni salir en la portada ni salir en bikini)?

En lo personal encuentro que es irresponsable y falto de ética hacer algo así por lo siguiente:



  • ¿Pueden estar seguros que la niña de 14 años está facultada para decidir algo así?

  • Si no puede decidir algo así, que es salir en una revista a nivel nacional en un bikini, ¿con qué derecho puede ser expuesta públicamente de ese modo?

  • ¿Hacer algo así no es dar pie a algunos padres a obligar a sus hijas a hacer lo mismo, obligándolas a decir que quieren hacerlo?

  • ¿No es responsable la revista de promover la visión de una menor de edad (que quiero recordar que tiene 14 años, no 17) como objeto de deseo sexual, cuestión que, si pasa de ser un amor platónico a algo más, es un delito?

  • ¿No promueve una imagen equivocada para niñas de la misma edad?